Cada cuatro años aparece un «Agosto» como temporada de caza para los que viven de la política.
Impresores que buscan vender sus servicios, algunos periodistas vigilando los bolsillos de los políticos para hacer artículos «complacientes» que no venden nada o denostativos para ser «llamados y silenciados por el afectado», cuasi o dizque líderes «comunitarios» devenidos en dueños de «movimientos» no reconocidos con promesas de sumar votos siempre que aparezca logística ($$$) y otras apariciones que, como religión, conforman una campaña.
Los dueños de los disco lights afinan sus bocinas para escandalizar la ciudad y los «marchantes» compran tenis nuevos para las caminatas.
Pero los tiempos han cambiado.
Durante años el narco se incrustó en las campañas, lavando sin control el dinero ilegal, mientras las autoridades que debían controlar esto miraban a un lado y aun, miran.
La esperanza que cambie la forma en que se derrochan dineros y se convierte las campañas electorales en un mercado persa, crece, mientras los «inversionistas» directos o los aspirantes/inversionistas que siempre creen que podrán «recoger su inversión» en el estado o las alcaldías, miran con recelo la nueva Ley de Extinción de Dominios y los intentos de que la Justicia sea verdaderamente independiente que además de las veedurías ciudadanas dibujan un complejo escenario donde puedes ser un gran «señor» y las redes destrozarte en una semana.
Si, él cambio no era de gobierno, era de época, y quien no lo entienda es posible que pague con creces la escasez de visión.